Enrique de Diego.- La Encuesta de Población Activa con 6.202.700 parados y la ulterior rueda de prensa mortecina de un tedioso Cristóbal Montoro, un desfondado Luis de Guindos y una pizpireta Soraya Saénz de Santamaría que no da la talla ha marcado un punto de inflexión, de forma que se ha generalizado la percepción de que estamos ante un fracaso sin paliativos del Gobierno del que el propio ejecutivo es consciente, de modo que el único objetivo de Mariano Rajoy es terminar la legislatura, en medio de un desastre económico para el que se aventura un túnel larga y socialmente desesperante.
El cuadro tenebroso se completa con la ausencia, no por reiterada menos clamorosa, de Mariano Rajoy, lo que añade otro fracaso más: el del liderazgo del presidente del Gobierno, que, en propiedad, nunca ha existido. Aunque Zapatero era un “bobo solemne”, en la descripción hecha por Rajoy en un escaso destello de lucidez, el mentiroso que precedió al actual inquilino de La Moncloa tenía una presencia mediática que ni tan siquiera existe ahora, generando un vacío creciente. Zapatero mentía con donaire inescrupuloso, Rajoy miente y se esconde con atenazante cobardía. La estrategia de Rajoy, que tantos éxitos le ha proporcionado en la menor política partidaria, de no hacer nada, de dejar pudrirse los problemas, no funciona en el terreno de la gestión, donde sus efectos resultan pavorosos. El cuerpo social
anda deprimido sin referencias y su desafección hacia la clase política, hacia la casta parasitaria, es completa. No está por la anarquía –y de ahí el fracaso del asedio anarquista al Congreso- pero no ve salida al atolladero.
anda deprimido sin referencias y su desafección hacia la clase política, hacia la casta parasitaria, es completa. No está por la anarquía –y de ahí el fracaso del asedio anarquista al Congreso- pero no ve salida al atolladero.
La situación tiene aún más calado político: asistimos al fracaso del Partido Popular como proyecto histórico. Puesto que el fracaso histórico del socialismo, devenido el PSOE en mero partido andaluz, es previo y las encuestas marcan que ni el prehistórico Rubalcaba ni el partido remontan sino que se hunden, el panorama dibuja un resquebrajamiento del sistema o régimen de 1978. Es notorio que Rajoy decidió desde el minuto uno arrumbar un programa electoral defectuoso pero mucho menos lesivo que las políticas puestas en marcha con la excusa de Bruselas. Quien había comprometido con firmeza su palabra en no subir impuestos fue lo primero que hizo, de manera general y confiscatoria, paralizando el consumo y colapsando la economía.
Amparando las numerosas responsabilidades de su partido en el saqueo de las cajas, con la ruina sobrevenida a cientos de miles de ahorradores con la estafa de las preferentes, perpetrada en comandita por el PP y el PSOE, con la aquiescencia de IU y de los sindicatos, que también tenían poltronas en los Consejos negligentes y corruptos, Rajoy intensificó el desvío de dinero del contribuyente a los bancos sin que fluya el crédito, porque la gran estafa es la deuda pública, negocio del que la casta se alimenta, empobreciendo cada vez más a la sociedad y acosando al sector privado. Sin hacer reforma alguna de calado, Rajoy y esta mediocridad de Gobierno, donde la hiriente inconsistencia de Fátima Báñez define como “movilidad exterior” la emigración de los jóvenes impelidos por un paro juvenil abrumador del 52,7%, se han dedicado a echar más combustible al fuego desbocado autonómico y a sostener los abusivos privilegios de su casta, de modo que España sigue teniendo el parque móvil oficial más abultado e insostenible del mundo. La última pata de la mesa desvencijada de Rajoy fue una reforma laboral que ha incrementado el ritmo de destrucción de empleo, en lo que tenía de invitación al despido, y sin otros paliativos: las sangrías acaban con la vida de cualquier enfermo terminal.
El objetivo del gris Rajoy hasta el hastío ha sido evitar el rescate, puesto que en ello le iba el puesto, y su objetivo essobrevivir a cualquier precio. Mientras los españoles sufren, mientras aumentan los suicidios y se extiende la tristeza, Rajoy, su camarilla aduladora y toda la onerosa y gravosa estructura partidaria cobran a
fin de mes e incrementan su liquidez y su patrimonio. Mientras el sector privado ha perdido 3,2 millones de empleos, el PP no ha perdido un solo puesto de trabajo, no hay nadie del PP en las inmensas colas del paro que permitirían hacer una conga desde Córdoba a Moscú.
fin de mes e incrementan su liquidez y su patrimonio. Mientras el sector privado ha perdido 3,2 millones de empleos, el PP no ha perdido un solo puesto de trabajo, no hay nadie del PP en las inmensas colas del paro que permitirían hacer una conga desde Córdoba a Moscú.
Resulta difícil sustraerse a la sospecha de que ese es el objetivo de Rajoy, un hombre podrido que pertenece al cien por cien a la casta y que ha interiorizado que esa casta tiene privilegios por su superioridad, por su dedicación al servicio público. No conviene dejar de tener en cuenta que son todo lo más funcionarios, la inmensa mayoría funcionarios de la política en exclusiva, sin conocimiento práctico de los mecanismos de la generación de la riqueza, que nunca han creado un puesto de trabajo y que, por ende, están bien capacitados para destruirlos, como es patente.
Abjurando de su programa y de cualquier principio subyacente, abismados en el liderazgo vacuo y delicuescente de un Rajoy atemorizado, lo que puede dictaminarse ya es el fracaso del Partido Popular como proyecto histórico. Puesto que esa formación política ha llegado a la culminación de la excelencia de la mediocridad, y sin avizorar recambio alguno –lo de Esperanza Aguirre es una astracanada con todo su aparato de propaganda en quiebra, con Losantos, comunicador de cloaca, entregado a la corrupción de Gürtel, en pacto con el imputado Ulibarri- el PP está en trance de desaparecer por el sumidero de la historia. Ni tan siquiera tiene feudo que conservar, salvo el reducto gallego, con un Feijoo muy tocado por sus amistades peligrosas, y con Valencia devenida en lodazal (nunca se agradecerá lo suficiente a la alcaldesa de Elche, Mercedes Alonso, y a su tosca torpeza de ambiciosa irrestricta su contribución a poner en solfa las lacras purulentas del sistema y a acabar con él) y Murcia en la misma línea y con Madrid echa unos zorros de nepotismo y Madrid Arena. No tiene, pues, el PP retirada y es previsible que los españoles traten con la misma piedad a los peperos que estos han tenido con el resto; o sea, ninguna. Y la mayoría de ese partido tampoco tiene retirada personal. El PP está muerto. Es la única buena noticia en esta España doliente, zaherida y avergonzada.
La deprimida y desesperada y desorientada sociedad española se mueve en estos momentos entre la abstención gallarda y la eclosión a la italiana de partidos de izquierdas, con Izquierda Unida, UPyD, Ciudadanos, Comprimís, Esquerra… en subida en un paisaje de fragmentación. Poco cabe esperar de la sopa de siglas de los partidos denominados patrióticos, de ese espacio denominado de extremaderecha, porque son tan enconados sus iras personales y sus psudodebates ideológicos que seguirán en la esterilidad y el chiringuito a la menor gloria del jefecillo de turno.
Están los tiempos para el surgimiento de algo nuevo, regenerador, liberalizador y patriótico, ilusionante y, sobre todo, honrado, que predique el final de las autonomías y la marcha hacia la sociedad del sentido común y los ideales y las convicciones, con pocos políticos y bajos impuestos. Se precisan gentes esforzadas, de ánimo templado y voluntad de hierro, que entiendan el poder como servicio, blindados a los estultos anatemas de lo políticamente correcto. El banderín de enganche está abierto.