jueves, 9 de abril de 2015

Ana Reviriego

 UN MIÉRCOLES CUALQUIERA
A veces la dialéctica se torna imposible cuando el desprecio y la desvergüenza se presentan ante una. Iniciar el más simple de los trámites se convirtió en una desgraciada sorpresa, pues sólo pretendía coger cita con el objetivo de hablar con el “Señor delegado de personal” del Ayuntamiento de mi pueblo. Sin embargo su “Secretario”, como fiel escudero, me negó ese derecho que como una ciudadana más, ¡yo también tengo! La sensación experimentada fue de extrañeza, injusticia y desasosiego. Con el añadido de que la puerta del despacho del “Señor Concejal de Hacienda y Personal” estaba colapsada de ciudadanos/as que con todo su derecho esperaban para plantear la problemática pertinente. Cuestión que alimentaba mi sensación de perplejidad e inquietud al no comprender porque el secretario me negaba una cita y a la vez me instaba a recurrir a Servicios Sociales. ¿Por qué no puedo tener la posibilidad de exponer la cuestión que estime oportuna al “Señor Concejal de Hacienda y Personal”?, ¿Es justo que el “Secretario” tenga que filtrar y decidir si me asigna cita o no? Quizá esté equivocada, pero siempre tuve entendido que los concejales son servidores públicos, y como mínimo deben escuchar a la ciudadanía. Entenderán, por tanto, que me haya sentido en el día de hoy despojada de uno de mis derechos más básicos como ciudadana; que es la posibilidad de tener acceso a “ser escuchada” por parte de quienes reciben del erario público un salario.
No obstante me queda la palabra, y creo que la libertad de expresión, por ello pongo de manifiesto en estas líneas mi desafortunada e ingrata experiencia en la mañana de hoy en el Consistorio arcense.

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